Raíces del presente

   Ir a la raíz de los problemas, no quedarse en las apariencias, es el trabajo imprescindible para describir política y sociedad. Las acciones deben guardar relación con la línea de evolución, encontrando equilibrios, pero los análisis deben describir la sociedad del modo más honrado posible. De este modo, hablar del sistema español en estos momentos es un tema que no se puede esquivar, ya que está en declive. Los pequeños retoques no garantizan la legitimidad de un sistema social en estas condiciones. 

   En estos momentos es imprescindible centrar los análisis. ¿Régimen del 78 o sistema de los 60? Describir al régimen político se queda en la superficie. Poniendo el foco en el “Régimen del 78” no se analizan las razones estructurales del sistema, sino que se alude al acuerdo político para institucionalizar una democracia liberal. El texto fundacional del régimen democrático liberal instauró derechos únicos en nuestro país, a excepción del breve periodo de la Segunda República, similares a los de otros países de nuestro entorno. 

   Las raíces del presente se encuentran en los años sesenta, cuando la economía española se abre al exterior. Es en ese momento cuando nos integramos en el entorno incipientemente globalizado y se comienza a preparar el país para la entrada en la Unión Europea. La apertura económica se acompaña de cambios en los hábitos de los españoles. Destacan cuatro características propias de este sistema:

  1. El bienestar derivado del crecimiento económico. 
  2. La confianza en una España menos jerarquizada y con oportunidades.
  3. La visión cortoplacista, tanto en la economía como en el placer cotidiano.
  4. La apertura hacia el entorno global, especialmente hacia Europa.

   Política, economía y hábitos han cambiado durante los últimos sesenta años, pero estas cuatro raíces se mantienen como núcleo del sistema español contemporáneo. Este orden está en entredicho. No solo en nuestro país, ya que las cuatro características son generalidades extrapolables a otros países de nuestro entorno. 

   Zizek, en su último libro (¡Pandemia!), hace referencia a una frase de Viktor Orbán, “no existe tal cosa como un liberal. Un liberal no es más que un comunista con un diploma”, para darle la vuelta y decir: “los que todavía se reconocen como comunistas son liberales con un diploma -liberales que estudiaron seriamente por qué nuestros valores liberales están amenazados y se dieron cuenta de que solo un cambio radical puede salvarlos-”.

   Creo que este análisis de Zizek es muy acertado. No defiendo la estatalización de la economía, aunque sí un equilibrio entre lo público y lo privado que garantice la igualdad de oportunidades real, no creo en la utopía del paraíso comunista, creo que es inalcanzable; ni me considero tan buena persona como para llamarme comunista en el ámbito de la ética. Sin embargo, creo que los valores para la defensa de la mejora de la sociedad, la promesa del progreso, están en peligro y defiendo la labor del “viejo topo”, que busca pequeños resquicios para cambiar la sociedad hacia vivencias cotidianas más justas.

   Los “viejos topos” intentan cavar galerías entre las luchas pasadas, presentes y futuras. Para ello deben excavar en las apariencias e ir a la raíz de los problemas. En esa línea, estoy convencido: el sistema español nacido en los años 60, que con imperfecciones ha traído las décadas más tranquilas de nuestra Historia, está gravemente herido y los retoques formales, que únicamente hagan referencia al orden político, no impedirán la desintegración del sistema. Es necesaria una evolución del sistema social español antes de llegar a la etapa de desintegración, ya que los sistemas en estado de descomposición generan graves problemas sociales. 

   Los sistemas en declive generan metasistemas, modelos alternativos como evolución del sistema. Hasta ahora se han generado dos metasistemas: el 15M, fruto de la apertura al entorno internacional que busca continuar el progreso social, y Vox, nostalgia del comienzo del sistema en los años 60; la vuelta al comienzo de un sistema que prometía progreso únicamente se puede institucionalizar mediante la represión, siendo este uno de los graves problemas de Vox. En la actualidad hay dos opciones: evolución/cambio del sistema o desintegración, abrupta o paulatina, que genere graves problemas sociales.

El fútbol, religión laica del trabajador

  Quién no tiene anécdotas relacionadas con el fútbol, ha disfrutado jugando a este deporte, viendo un partido o hablando sobre el último fichaje. Puede que no te guste, o que lo ames profundamente, pero tu vida ha sido influida directa o indirectamente por un balón rodando entre veintidós jugadores. Como decía Eric Hobsbawn, el fútbol es la religión laica del trabajador.

   Balón de oro y balón de oxígeno, medio de socialización en la competitividad donde todo es mercancía y válvula de escape de las pasiones, el papel social del fútbol se mueve en la escala de grises. Este fenómeno se puede abordar estudiando distintas manifestaciones -impacto económico, tácticas, enfoque centrado en un equipo o jugador…-. Aquí se describe la información futbolística, la percepción social del fútbol en nuestro país. 

   Desde mi perspectiva este deporte guarda un encanto particular. Quien disfruta del fútbol valorará un gran regate de Ronaldinho o de Zidane con la misma intensidad que un amante de cualquier arte disfruta de una gran interpretación. Sin embargo, no entro en el encanto particular, que daría para un amplio estudio, porque estaría sesgado por mi condición de aficionado y seguidor del fútbol. Creo que el encanto particular, subjetivo y propio, de este deporte se debe en gran medida a nacer y vivir en una sociedad donde el fútbol tiene un gran protagonismo.

   Para adentrarnos en su estudio, en las razones de por qué presenta una importancia social tan amplia, se analiza la demanda de información futbolística (¿por qué consumimos fútbol?) y la oferta de información futbolística (¿qué transmite el fútbol moderno[1]?).

¿Por qué consumimos fútbol?

   Cientos de millones de personas en el mundo siguen los partidos de fútbol. El llamado “deporte rey” a veces se considera el nuevo circo del romano “pan y circo”. Es cierto que tiene elementos muy parecidos, pero el fútbol, claroscuro de las pasiones, presenta rasgos propios del ocio en nuestra época, destacando tres principales motivaciones para el consumo de información futbolística: válvula de escape de las pasiones, ritual festivo y práctica mayoritaria que ayuda a generar lazos sociales.

  • El fútbol proporciona elementos que refuerzan la pasión, válvula de escape de las emociones propia del deporte.

   En esta línea, cabe preguntarse, “¿cree que el fútbol ayuda a liberar tensiones y olvidar problemas cotidianos?”. Y la respuesta afirmativa fue compartida por el 79% de los encuestados[2]. Esta cuestión fue planteada por la LFP (Liga de Fútbol Profesional) en el año 2003. Cuatro de cada cinco personas creían que el fútbol “ayuda a liberar tensiones y olvidar los problemas cotidianos”. Esta liberación de tensiones se relaciona con las emociones presentes en el deporte que evaden de la racionalización cotidiana[3]. El campo de fútbol, el bar o el sofá de casa pueden ser vistos como el ring de boxeo donde el animal devuelve los golpes de una vida basada en la racionalidad. Cada jugada, cada grito, cada gol, puede ser una liberación de la rutina. ¿Cuántas sonrisas y lágrimas contenidas en la oficina hemos visto en los campos de fútbol y en los bares? Las imágenes posteriores a la victoria de España en el Mundial de 2010, las calles tomadas por una gran fiesta dan buena prueba de ello.

   Cabe mencionar el extremo nada deseable, la irracionalidad presente en la parte más violenta de las aficiones. Los grupos ultras suponen la militarización del fútbol. Esta realidad es un extremo del fútbol, pero no la actitud mostrada por la mayoría de los seguidores de este deporte.

  • El consumo de información futbolística profundiza y amplía la dimensión ritual cohesiva del fútbol, en torno a equipos que suponen comunidades con nuevos mitos que recuerdan a los propios de las religiones.

   Albert Camus, quien jugaba de pequeño de portero para no desgastar la suela de sus zapatos, decía que “todo cuanto sé con mayor certeza de la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.

   ¿Cuántas personas muestran interés por el fútbol? El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) ha hecho esta pregunta, y más de la mitad de la población mayor de edad en España (54,3%) tenía interés por este deporte (CIS, 2007). Además, un 95% de los españoles consideraban que el fútbol es el gran motivo de conversación de muchos españoles (Estudio de Opinión de los Clubs de Fútbol, LFP, 2003). Casi el 100% de los españoles creían que el fútbol es el gran motivo de conversación.

   El fútbol puede considerarse como un universo religioso en el que los aficionados se adscriben a creencias basadas en su equipo y adoraciones a los dioses -jugadores estrella, semidioses de carne y hueso-, ofreciendo su veneración y sintiéndose parte de un grupo social cohesionado con las mismas creencias. “Barrilete cósmico”, “Mesías”, la “catedral del fútbol”, “hasta el final”, “más que un club”… Palabras comunes en el mundo del fútbol, donde siempre se pide “tener fe en el equipo”. El sacrificio de los jugadores, el sacrificio de la afición, miles de almas dejándose la garganta en el estadio… 

   El fútbol evoca la communitas[4] perdida en la vida cotidiana, la antaña comunidad que se daba en el mundo rural. El sentimiento de cohesión grupal fuerte, abandonado en gran medida con el proceso de individualización tras la Revolución Industrial, encuentra uno de sus últimos grandes reductos en el deporte -en nuestro país mayoritariamente en el fútbol-.

   Durkheim señalaba que “los ritos son representaciones que expresan realidades colectivas, modos de actuar que nacen en el seno de grupos reunidos, y que están destinados a suscitar, mantener o renovar ciertos estados mentales de estos grupos, reafirmando el grupo social y el orden”[5].

   Las portadas de los días antes del partido, la portada del día del partido, el viaje al campo, la cola para entrar al estadio, el asiento desde el que comienzan a resonar los nombres de los jugadores presentes en las alineaciones, el momento clave bajo los códigos de honor del deporte: el partido, la asimilación del resultado, los comentarios de los días posteriores al encuentro… Miles de personas del mismo equipo comparten este rito, sustituyendo en muchas ocasiones el estadio por una casa o un bar. En todo este proceso está presente la acción grupal, con estados mentales asociados a las vivencias en torno al partido, y se reafirma el orden social. La concentración en estos ritos es un culto a la homogeneidad que bloquea el pensamiento divergente respecto a todo lo que rodea al ritual futbolístico. 

    Continuando con la concepción de ritual: al igual que las tribus primitivas dotaban de magia a la caza, prueba del ritual educativo hacia la madurez de los jóvenes, el fútbol está presente en las vidas de millones de niños. Para un 58% de los niños su deporte preferido era el fútbol (EOCF, LFP, 2003). Este hecho, repetido durante generaciones, convierte al fútbol en un importante factor de socialización. El ritual futbolístico encierra una metáfora de la vida misma[6] y en las acciones del juego se obtienen aprendizajes aplicables en el día a día.

   La naturaleza de ritual, por otro lado, no es la única razón grupal que incita al consumo de información futbolística. Existen también presiones, debido a que el fútbol es un deporte mayoritario, que empujan hacia la participación en la “fiesta futbolística”. Noelle-Neumann, autora de la teoría de la “espiral del silencio”[7], muestra la influencia en el individuo de la opinión pública, de los pensamientos y actuaciones mayoritarias. Las presiones grupales son una realidad dentro de cualquier interacción social, y más todavía cuando se trata de una práctica considerada por el 95% de los españoles como el principal tema de conversación (EOCF, LFP, 2003). Los gustos y la forma de invertir el tiempo no son elementos aislados, sin presión del sentir mayoritario. Las presiones grupales influyen en todos los factores de la vida. Por ello no es de extrañar que, en más de la mitad de los casos, la elección del equipo de fútbol tenga como origen la familia y/o el lugar de nacimiento o de residencia (EOCF, LFP, 2003).

   La presión de la opinión pública, a su vez, tiene un doble efecto que diferencia entre hombres y mujeres. Los niños, generalmente, se cree que deben disfrutar con el fútbol y animar a su equipo. La masculinidad convencional encuentra su prueba en el terreno de juego. Se trata de la masculinidad mayoritaria durante siglos, que conlleva la heterosexualidad, la homofobia y el sexismo[8]. No es de extrañar que en el mundo del fútbol se empleen expresiones como “11 guerreros”, “se comportó como un hombre” o “el fútbol es cosa de hombres”. Dentro del marco heteronormativo existe una presión social dirigida a los hombres para consumir información futbolística.

   En cambio, para las mujeres la situación es completamente distinta. Las presiones se ejercen en dirección contraria: hacia el no consumo de fútbol. Aunque en los últimos años se esté comenzando a derribar esta barrera (el primer equipo profesional de mujeres en Inglaterra, el Fulham, comenzó su actividad en el año 2000), sigue existiendo una fuerte presión mayoritaria que asimila a las jugadoras de fútbol con la homosexualidad[9]. La espiral del silencio actúa en el caso de las mujeres hacia el no consumo de información futbolística.

   En definitiva, el fútbol tiene un componente de identificación grupal fuerte, de carácter ritual, donde la presión social empuja hacia el consumo de información futbolística en el caso de los hombres.

  • El conocimiento y la utilización oportuna de la información futbolística que proporcionan los medios juega un papel importante en términos de estructura y adscripción social.

   El 87% de los españoles creía que el fútbol ayuda a hacer amigos e integrarse mejor (EOCF, LFP, 2003). Esta cifra muestra la idoneidad de los conocimientos acerca del fútbol, adquiridos a través de los medios de comunicación deportivos, para ampliar las relaciones sociales.

   Las vidas están condicionadas por la visión que la sociedad tiene de cada uno de nosotros. Erving Goffman definía la vida en La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959) como una “oscilación entre el cinismo y la sinceridad”, orientada a las actuaciones que los demás esperan. La vida no es únicamente una proyección basada en las respuestas ajenas, pero no deja de ser cierto que, en buena medida, las opiniones del resto influyen enormemente sobre qué se consume, de qué se habla e incluso qué gestos se hacen.

   El conocimiento del funcionamiento del fútbol, como ejemplo los comentarios oportunos durante el desarrollo de los partidos, influye en la socialización, por ser este deporte un tema recurrente. La información acerca de cualquier actividad de ocio -películas, series, música…- es importante en determinadas conversaciones, pero la enorme repercusión del fútbol hace que su conocimiento pueda considerarse como una pequeña forma de capital cultural, en la línea de la descripción del capital cultural por parte de Bourdieu (un capital de cultura popular).

   Este “capital futbolístico” puede ser de gran utilidad dentro de un determinado contexto grupal pero contraproducente en otro. Pierre Bourdieu mencionaba en La distinción (1979) cómo el fútbol es una práctica más común entre las clases populares. En un bar, un trabajo o un colegio de barrio los conocimientos acerca de fútbol suelen dar un plus a quien los posee. Sin embargo, también sucede el fenómeno inverso entre la clase alta o incluso entre clases medias que buscan distanciarse de la cultura popular.

   Por otro lado, este conocimiento mencionado como efímero capital, no tiene los mismos efectos positivos para las mujeres. Al igual que se indicaba al describir la espiral del silencio en torno al fútbol, la manifestación de conocimientos futbolísticos puede significar una pérdida de prestigio para algunas mujeres en determinados ambientes, dominados por el machismo. La misma duda acerca de su sexualidad por practicar fútbol se cierne sobre las mujeres que son fans de un determinado equipo, aunque en menor medida y por suerte disminuyendo con el paso del tiempo[10].

   El fútbol, aquella “religión en busca de dios” descrita por Montalbán, es un fenómeno de masas cuyo éxito no se puede simplificar mediante una única razón. Cada persona ama, odia o siente indiferencia por el fútbol debido a infinidad de razones y sentimientos.  

¿Qué transmite el fútbol moderno?

   La relación entre texto y contexto es bidireccional. El contexto determina en cierta medida el texto, al igual que el texto varía el contexto[11]. El contexto tiene que ver con el sentido común de época, descrito por Gramsci como hegemonía[12]. Los medios de comunicación, de este modo, transmiten la ideología dominante[13]. Se menciona el término ideología dominante para poner de manifiesto la imposibilidad de neutralidad en el escenario comunicativo donde los consumidores de fútbol buscan contenidos acordes a su forma de pensar, construida en torno al sentido común de época. La información futbolística transmite valores presentes en la cultura contemporánea occidental[14]:

  • Androcentrismo. Presente de forma mayoritaria a lo largo de la Historia, en el fútbol adopta principalmente los machismos de la invisibilización y mujer objeto.    El fútbol es una institución masculina, y los medios de comunicación reproducen esta dinámica. Las dinámicas descritas están presentes en los valores occidentales contemporáneos, ya que la igualdad formal entre hombres y mujeres oculta otras formas de machismo que en este deporte aparecen de forma exacerbada. Es cierto que durante los últimos años el fútbol femenino ha cobrado más fuerza, pero este deporte sigue siendo casi un monopolio masculino.
  • Hiperindividualización y alta competitividad. Una de las características que distinguen el momento actual, denominado Postmodernidad[15] o Modernidad Líquida[16], es la alta individualización. El individualismo es la conducta mayoritaria propia de las sociedades democráticas avanzadas que define la era postmoderna[17]. El enfrentamiento entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo es el paradigma de la hiperindividualización con altas dosis de competitividad.  
  • Mercantilización. El fútbol moderno sigue las lógicas de los intereses económicos hegemónicos. “La mercantilización presume la existencia de derechos de propiedad sobre procesos, cosas y relaciones sociales, que puede ponerse un precio a los mismos y que pueden ser objeto de comercio sujeto a un contrato legal”[18]. Los jugadores son intercambiados por cantidades monetarias y los clubes, instituidos como marcas, generan una gran actividad económica.
  • Multiculturalismo. El racismo es un problema social presente durante toda la Historia del fútbol y de la humanidad En el fútbol este problema era evidente y esta realidad motivó las campañas contra el racismo a partir de los años 90 (por ejemplo, “Let´s kick racism out of football”, 1993, Reino Unido). Los medios de comunicación deportivos, en la actualidad y por norma general, no presentan comentarios explícitamente racistas. Los ejemplos de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, argentino y portugués, como ídolos de sus respectivos equipos durante años, y las continuas alabanzas por parte de la prensa afín a sus respectivos clubs, muestran que las barreras nacionales se diluyen generalmente en la información futbolística. El caso del fútbol refuerza el concepto de aporofobia[19], odio al pobre -el odio al inmigrante tiene un gran componente de odio al pobre; los inmigrantes ricos reciben un tratamiento distinto-, ya que los jugadores de distintos países son idolatrados. Esta realidad se da en sociedades donde el racismo sigue muy presente en el día a día, por lo que las características multiculturales de la mayoría de información deportiva en nuestro país no son un rasgo común en la sociedad española. 
  • Cohesión nacional y relaciones centro-periferia. El fútbol, junto a otros deportes, surge a la par del desarrollo del Estado-nación[20]. Este hecho es importante porque este deporte ha sido empleado con fines nacionales en muchas ocasiones, como por ejemplo durante el franquismo a través del Real Madrid y la Selección Española[21]. Los medios de comunicación, por otro lado, “juegan un papel fundamental en la conversión del fútbol como un juego profundo de carácter patriótico”[22]. Dentro del eje centro-periferia el F.C. Barcelona, fundado por un suizo, se convirtió pronto en un símbolo de Catalunya, frente al R.C.D. Español, considerado por los seguidores del F.C. Barcelona como un club de orientación centralista y españolista. Esta misma relación se establece entre F.C. Barcelona y Real Madrid. El 53% de los españoles asocia el Barça como el equipo de Catalunya, y no sólo de Barcelona, frente al 73% de los españoles que considera los clubs como representantes de sus ciudades (EOCF, 2003).

   El fútbol es un fenómeno con gran repercusión social. Como ya se había mencionado su impacto se mueve, al igual que casi todo en la vida, en la escala de grises. Cada persona puede extraer sus propias conclusiones. Algunas personas, al observar el machismo, potenciación del nacionalismo y adscripción grupal, hiperindividualismo, competitividad y mercantilización, pueden ver este deporte como un problema social. En mi opinión este deporte es un reflejo de la sociedad, ya que el desarrollo del ocio depende en gran medida de nuestros gustos. Los problemas no están en el fútbol como deporte, sino en nosotros y nosotras como espectadores o participantes.

   Un ocio muy demonizado por algunas élites intelectuales, pero un ocio que sirve de válvula de escape para millones de trabajadores que, ante un mundo incierto y precarizado, desahogan y desconectan respecto a una realidad cotidiana complicada. Un último reducto en el que desahogar las pasiones. Un espejo en el que mirarse como sociedad y, tras analizarnos, cambiar el presente y futuro hacia relaciones sociales más justas.


[1] Se emplea el término “fútbol moderno” para referirse a la información sobre los clubs con mayor repercusión, y mayor presupuesto, que reciben cobertura diaria en los medios de comunicación.

[2] Estudio de Opinión sobre los Clubs de Fútbol, LFP -Liga de Fútbol Profesional-, 2003. Parte de los datos sobre percepción del fútbol con los que se trabaja en este artículo son de 2003, ya que no se dispone de información pública sobre estas cuestiones desde entonces. Creo que el interés por el fútbol ha disminuido levemente desde entonces, pero esta opinión queda sujeta a un estudio empírico.

[3] Deporte y ocio en el proceso de civilización, N. Elias, E. Dunning.

[4] The ritual process: structure and anti-structure, V. Turner.

[5] Las formas elementales de la vida religiosa, E. Durkheim.

[6] “El fútbol como ritual festivo. Un análisis referido a la sociedad española”, R. Llopis Goig. 

[7] La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social, E. Noelle-Neumann. 

[8] “Gender and power: society, the person and sexual politics”, R.W. Connel.

[9] It’s still a man’s game?: The experiences of top-level European women footballers”, S. Scraton, K. Fasting, G. Pfister, Ana Buñuel.

[10] A sociology of football in a global context, J. Clealand.

[11] Sociedad y discurso: cómo influyen los contextos sociales sobre el texto y la conversación, T. Van Dijk.

[12] Cuadernos de cárcel, A. Gramsci.

[13] La propaganda y la opinión pública, N. Chomsky.

[14] En el año 2016 realicé un estudio de las portadas deportivas, cuantificando los valores que transmitían. Este es el resultado. Desde entonces -continúo observando las portadas de MarcaAsMundo Deportivo y Sport– la situación no parece haber cambiado de forma significativa.

[15] Postmodernidad, D. Lyon.

[16] Modernidad líquida, Z. Bauman.

[17] La era del vacío, G. Lipovetsky.

[18] Breve historia del neoliberalismo, D. Harvey.

[19] Aporofobia, el rechazo al pobre: un desafío para la sociedad democrática, Adela Cortina

[20] Deporte y ocio en el proceso de civilización, N. Elias, E. Dunning.

[21] “Clubes y selecciones nacionales de fútbol. La dimensión etnoterritorial del fútbol español”, R. Llopis Goig.

[22] “Fútbol, mass media y nación en la era global”, S. Villena.

Globalismo, patriotas y análisis apresurados

   La crisis sanitaria refuerza la posición de quienes defienden volver a la hegemonía de los estados-nación. La pandemia ha llevado a un cierre de fronteras, unido a la incapacidad de organizaciones transnacionales para dar respuesta al problema. Sin embargo, creo que no debemos hacer análisis apresurados, sino ver la situación en su contexto y evolución histórica.

   Las desigualdades son una realidad, la existencia de élites económicas es un hecho. Estas élites, bajo las lógicas de la competencia de mercado, emplean cada nuevo canal de comunicación para maximizar beneficios. Por lo tanto, es imposible revertir la globalización de la economía, ya que esta es el fruto lógico de la Revolución de la Información y las Telecomunicaciones. Puede disfrazarse la vuelta al estado-nación a través de aranceles, como hace Trump, pero si seguimos el rastro del dinero veremos que todo presidente de Estados Unidos está financiado por las élites económicas del país. Un rico estadounidense es más parecido a un rico chino que a un trabajador estadounidense, ya que la frase atribuida a El noi del sucre (“un rico catalán es más parecido a un rico madrileño que a un trabajador catalán”) es aplicable a cualquier contexto de diferencia de rentas en un mundo global.

   Bajo esta situación, la de la incontestable hegemonía de la economía internacional, caben dos análisis de respuesta democrática: la vuelta al estado-nación democrático o la globalización de la democracia. Si me decanto por la segunda, entendida como contrapeso a los mercados internacionales que establezca mecanismos jurídicos vinculantes, es tras analizar la primera opción.

   El poder de un estado-nación (España, por ejemplo), frente al poder de los mercados internacionales, responde a la correlación de fuerzas entre una hormiga y una apisonadora. El ejemplo reciente de este problema es Grecia durante la anterior crisis, que no tuvo otra opción a admitir la derrota para sobrevivir. No defiendo esta posición por dogmatismo, no defiendo organizaciones democráticas transnacionales por filia, sino por realismo. No creo en dogmatismos que deban unir España a la UE si se repite la gestión de la anterior crisis, pero creo que la UE, por tamaño, tiene más posibilidades de ser escuchada en un mundo global.

   No se trata solo de justicia -en los países del Sur global viven personas, exactamente igual que nosotros, en condiciones inhumanas- o de necesidad en la lucha frente al cambio climático -dibujar una frontera no hace nada frente a la crisis climática-, sino que también se trata de realismo político. El proceso globalizador es imparable, como mucho se puede ralentizar. 

   Imaginemos la situación hace quinientos años, en la transición entre el feudalismo y el estado moderno. Los señores feudales, que habían mantenido el poder de su sistema durante siglos, se enfrentan a una nueva realidad: las monarquías cobran una fuerza renovada. Imaginemos que un señor feudal justo ve los desmanes del rey y quiere actuar. Tiene dos opciones: alzar sus tierras frente al reino o intentar cambiar el reino. La primera opción terminaría en una sublevación fallida, con un gran número de víctimas. La segunda opción es muy difícil, pero tejiendo alianzas con otros señores feudales quizás consiga cambiar el ordenamiento jurídico del reino, incluso echar al rey que comete desmanes. Más vale una pequeña probabilidad, medida a través del frío cálculo, que el romanticismo sin probabilidades y graves consecuencias.

   La situación actual plantea un dilema parecido. Nuestros estados son señores feudales frente al reino de la hegemonía de los mercados internacionales. Por esta razón defiendo proyectos globales que frenen el poder de los grandes capitales internacionales. La defensa de la soberanía popular, la idea de patria como civismo y acervo cultural, son bienes que preservar frente a la homogeneización y mercantilización de la Globalización, pero solo a través de la cooperación entre pueblos se puede defender. Esta cooperación debe garantizarse mediante mecanismos jurídicos internacionales, ya que la libre cooperación sin ley que la ampare fracasa en el largo plazo. Creo que no debemos hacernos trampas al solitario, o tirar de romanticismo, sino asumir esta realidad. Solo con proyectos globales se puede defender la igualdad en el siglo XXI.

   Defiendo la globalización de la democracia, que los ciclos históricos invitan a presentar para dentro de cien años, pero la necesidad -climática, sanitaria, laboral- invita a luchar por ella ahora, como grito ahogado frente a la situación actual. Por otro lado, ya hay voces, con una presencia y experiencia mucho mayor a la mía, que defienden este proyecto. Se habla de crear una constitución mundial. En esta línea, es importante defender un poder constituyente democrático que genere una red de seguridad global para protegerse y cooperar frente a pandemias, luchar contra el cambio climático, tasar las transacciones financieras, garantizar mínimos fiscales para evitar la pérdida de capital de los estados, fijar normas laborales que garanticen el empleo digno y frenen la deslocalización de empresas, cooperar a través de planes de desarrollo con el Sur global… Utopías. Pero el primer paso para que la utopía entre en el debate público es compartir el análisis de la situación.

   Hace doscientos años la sanidad pública era una utopía. Sin ese difícil proyecto los efectos de la pandemia serían aún más devastadores. Durante décadas trabajadores de distintos países lucharon por utopías que dieron como resultado el estado de bienestar. Creo que es hora de seguir ese ejemplo y pasar de la defensiva a la ofensiva. No pensar solo en cómo mantener el estado de bienestar en nuestro país, sino en cómo ampliarlo y extenderlo a todas las personas. Para ello únicamente existe una opción, una pequeña probabilidad: la implementación de soluciones globales.

La ultraderecha española en tiempos de crisis

   Las dos principales corrientes políticas son conservación y progreso. Los primeros defienden el estatus quo, mientras los segundos arriesgan para defender nuevos proyectos. Ambas tendencias son necesarias. Los conservadores tienen aversión al riesgo, destacan por el realismo dentro de la coyuntura económica, pero presentan poca sensibilidad respecto a las desigualdades sociales. Los progresistas asumen riesgos, defendiendo nuevos proyectos que reduzcan las desigualdades, pero esta tendencia lleva a cometer más errores en el corto plazo. Las dos corrientes pueden debatir de forma racional, defendiendo sus posiciones. Solo se les pide a ambas seriedad y respeto a la verdad.

   Sin embargo, hay una tercera corriente que presenta gran fuerza en algunos momentos de la Historia: la reacción. Destaca por la falta de racionalidad en los debates, aludiendo constantemente a dios, a la patria o a conspiraciones. Su manifestación más preocupante fue el fascismo. Esta tendencia cobra fuerza desde hace años.

   La política es un escenario en el que la honradez y la verdad escasean; los políticos muchas veces mienten sobre hechos concretos para ganar electores. La reacción va más allá: defiende una realidad alternativa, basada en datos objetivamente falsos. Esta realidad alternativa, basada en el rencor, denigra la diversidad sexual, la igualdad entre géneros, la defensa de la igualdad material y no tiene la más mínima empatía con las personas migrantes, víctimas de un mundo con grandes desigualdades. Las crisis y las desigualdades sociales generan ira. La reacción busca chivos expiatorios para descargar esa ira. Un día fueron los judíos y los comunistas, hoy son los progresistas y, sobre todo, las feministas.

   Es difícil encontrar una línea lógica entre el discurso y las propuestas. Eso a la reacción no le importa, porque se basan en la emoción y no en la razón. Por ejemplo, Vox defiende un programa claramente elitista mientras dice defender a la patria y, con ello, a la gente trabajadora de nuestro país.

   La grave crisis sanitaria que estamos viviendo debería unirnos, sin importar el color político. Mientras tanto, la ultraderecha pide responsabilidades criminales contra el presidente del gobierno por una gestión que, al margen de errores frente a la novedad de la situación, no está siendo muy diferente a la del resto de países europeos. Una vez más, muestra cómo la patria solo es un discurso.

   Inventan mentiras, las comparten por redes y no solo canalizan el odio, sino que tratan de sembrar nuevo odio. Intentan movilizar a la gente más vulnerable en estos momentos, utilizándoles para derrocar un gobierno. Es lícito hacer oposición, aunque en tiempos de crisis sanitaria creo que deberíamos ir todos a una, pero no quieren derrocar al gobierno para mejorar la vida de las personas más vulnerables, sino para defender su realidad alternativa. Cada vez que compartimos información falsa difundida por la ultraderecha, o permanecemos inmóviles ante las mentiras, entramos en su juego.

   Es muy importante comprender la naturaleza de la reacción para evitar que triunfe. En estos tiempos es muy importante no compartir las mentiras que se difunden por redes sociales. La ultraderecha española sigue la misma estrategia que Trump o Bolsonaro. Presentan gran influencia en el mundo digital, orientada a generar polémica a través de mentiras. No les importa difundir que un político tiene ambulancias en la puerta de su casa o utilizar incluso a los profesionales sanitarios, héroes en primeria línea de fuego frente al coronavirus, a través de contenido digital directo a las entrañas, para perseguir sus fines. Porque la ultraderecha no defiende la ética, no defiende la racionalización de los debates, sino que habla desde las vísceras.

Ítaca en el siglo XXI. Ecologismo y democracia

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Sinopsis:

Bajo los glaciares polares están las ideas de la Ilustración, que nos llevaron a la Modernidad, o la barbarie. El reto climático puede cambiar nuestra sociedad tal y como la conocemos; la situación es muy grave. Si el calentamiento global aumenta provocará desastres naturales, escasez de agua, temperaturas extremas, migraciones forzadas… Hay un riesgo serio de autoritarismos para hacer frente al deterioro del planeta. Proteger a tiempo el medioambiente es defender nuestros derechos. Mientras la crisis climática se agrava, observamos cómo las desigualdades van en aumento y los mercados internacionales imperan sobre la democracia. Pero hay posibilidades de cambio, adaptadas a las necesidades del siglo XXI. Sobre esas posibilidades reflexiona el libro, defendiendo un ecologismo con raíces democráticas como Ítaca, horizonte de dignidad, de nuestra época.

Héroes cotidianos

   “Nadie es más que nadie”. Esta frase, manida pero poco aplicada, se muestra clara durante una crisis. El clasismo, impulso de alguna gente para despreciar a personas de profesiones poco valoradas socialmente, que no poco valorables, se desnuda. Y qué me dice un arrogante de la persona de la limpieza que ayuda a sus padres jugándose su salud, de la persona que trabaja en la caja del supermercado para que su familia pueda comer… En estos tiempos probablemente diga, aunque solo sea por pudor, que son héroes. Pero que no se le olvide cuando pase la crisis. 

   La jerarquía social, el clasismo en todas sus variantes, es el verdadero mal de la sociedad. Capitalismo de casino, machismo, depredación de la naturaleza… Todos estos males evolucionan con una misma raíz: la jerarquía. Es decir, la superioridad que algunas personas tienen para mirar por encima del hombro a los demás.

   Cuando me refiero a la jerarquía como mal no me refiero a la disciplina, orden y claridad, tan necesarias durante una crisis. Estos tres valores son necesarios, pero pueden agruparse en torno a los rangos profesionales. Quien más sabe de un tema, por estudio o experiencia, debe ejercer el liderazgo. Pero este liderazgo no es absoluto, sino relativo a sus conocimientos. No es más que otra persona, simplemente sabe más de ese tema y tiene una responsabilidad con la sociedad.

   Michael Mann, cuando analizaba las sociedades de cazadores-recolectores[1], destacaba cómo se organizan en torno a rangos. No creo en la idea del “buen salvaje”[2], en la perversión social de un fantástico buen ser humano, pero sí creo en una máxima: el rápido desarrollo de la técnica y el lento desarrollo del pensamiento social, constante en aumento exponencial desde hace dos siglos, lleva a problemas en la organización social. 

   Esta perspectiva, la de la superioridad jerárquica, fomenta la competitividad extrema.  El extremismo de mercado evoluciona desde una visión jerárquica de la sociedad. La diferencia entre dioses, ricos y famosos, y mortales, resto de la población que aspira a ser como los dioses, lleva a pisar a quien tenemos al lado, intentando ascender en la escala del juego social. Todo evoluciona desde esta realidad, difícil de cambiar. En mi opinión siempre habrá juego social, pero las normas pueden cambiar el concepto “jerarquía” por “rango”. Esto se materializa en una disminución de la desigualdad económica, es decir, de la asignación monetaria del éxito, en un replanteamiento de qué significa triunfar, ya que en el fondo quien triunfa lo hace por casualidades biológicas y sociales, y en una defensa férrea del respeto.

   En un principio, todas las personas deben ser respetadas en igualdad. De sus acciones, de la simpatía[3], citando el término de Adam Smith, o dicho de otra forma de las “intenciones de su corazón”, dependerá nuestra respuesta en la vida cotidiana. Cabe destacar el concepto de “simpatía” como base de las relaciones sociales porque rompe con los estereotipos acerca de Smith, padre del capitalismo. Pone de manifiesto que lo redactado en La riqueza de las naciones fue una ruptura temporal con el Antiguo Régimen, pero no verdades eternas. El neoliberalismo cita constantemente a Smith, pero a muchas personas les sorprendería leer las nociones de este autor sobre cómo debe organizarse la sociedad más allá de las contingencias del realismo político. 

   Asumir que una profesión vale más que otra es asumir una rígida visión supremacista del rango. Asumir que una persona vale más que otra por tener más dinero es asumir una visión supremacista de lo monetario. ¿Por qué empleo la palabra “supremacista”? En clara referencia a los tiempos del supremacismo racial. Igual que el supremacismo racial es un claro error, refutable en términos científicos, el supremacismo profesional y monetario también lo es.

   Toda persona es un producto de casualidades biológicas y sociales, es decir, depende de sus capacidades biológicas y de los condicionantes sociales. Alguien se preguntará, si todo vale igual, ¿dónde queda la meritocracia? Y encontrará la respuesta una vez más, sorprendiendo a propios y extraños, en Smith y la Teoría de los sentimientos morales. El mérito depende de las decisiones que, sea por beneficio propio o altruismo, benefician a la sociedad, poniendo el foco en la sociedad y no en el individuo. 

   Desde una perspectiva sistémica[4] la meritocracia es útil porque asigna actuaciones ventajosas a los sistemas, pero el mérito no es una genialidad aislada, sino que depende de las condiciones del sistema. Es decir, debe valorarse toda acción beneficiosa para el sistema, pero no encumbrar a quien la realiza por encima del resto.

   Me gusta referirme a quienes se enfrentan al coronavirus como héroes, pero incluso en estos momentos no considero que sean superiores a los demás. Considero que tienen mérito porque nos ayudan a todos. Incluso los héroes cumplen un papel dentro del sistema. 

   La jerarquía es una forma de comportarse en el día a día, fruto de la dialéctica entre amo y esclavo[5]. Muchas veces me planteo cuáles fueron los errores del marxismo, intentando no caer en el exceso o falta de crítica del gigante del pensamiento que fue Karl Marx. Incluso creo que hablar de errores no es acertado. Creo que se debería hablar de hipótesis refutadas, ya que el gran pensador de Trier fue ante todo un científico social.

   El marxismo no rompió con la dialéctica amo-esclavo, sino que acudió a Maquiavelo para proyectar una futura ruptura. Es decir, asumió que el fin justifica los medios. Planteó la lucha del proletariado, como tipo ideal de la bondad humana, para alcanzar la sociedad comunista. De este modo, no identificó que dentro del propio proletariado se daba la relación amo-esclavo propia de la jerarquía. Lo que sigue a continuación es la URSS, con graves problemas sociales y una nomenklatura por encima del resto de la sociedad. 

   La dinámica amo-esclavo es tóxica. Genera relaciones asimétricas de dependencia. Romper con ella genera relaciones sociales más saludables. Para perseguir este fin no existen reglas perfectas, sino empatía, reflexión y humildad.

   Bourdieu identificaba muy bien las técnicas de reproducción social[6]: capital económico, cultural, social y simbólico. Todas las personas, en nuestras relaciones cotidianas, tenemos cuatro herramientas que inducen nuestra forma de actuar: el dinero y bienes que poseemos, la diferenciación cultural propia de las clases sociales, las relaciones y contactos y la reputación y carisma. Estas cuatro herramientas, que inducen lo que Bourdieu identifica como habitus, nos ubican dentro de la estratificación social, pero son técnicas de reproducción del sistema, es decir, dependemos de las condiciones del sistema. De este modo, incluiría un quinto capital: el capital de comprensión sistémica, o capital sistémico, como excedente para generar relaciones sociales saludables.

   El capital sistémico ayuda a abstraerse de las lógicas de estatus-rol. Cumplimos un papel en las relaciones cotidianas, un rol, derivado de nuestro estatus. Siguiendo esta lógica, propia de la elección racional, se desarrollan relaciones artificiales dominadas por el clasismo, dependiendo del estatus. 

   El capital sistémico ayuda a analizar nuestro comportamiento y el del resto de personas como una combinación entre características biológicas y condicionantes sociales. A continuación, breves relatos de vida para emplear el capital sistémico, aplicación de la empatía.

   Un día cualquiera nace una mujer, con capacidades biológicas que no destacan, en una familia pobre. Sus padres le dicen constantemente que no vale para estudiar y ella no estudia. Saca la ESO y trabaja de cajera en un supermercado. Ve los programas del corazón y escucha reggaetón (nunca olvidemos que los gustos no son inferiores o superiores, sino que se enmarcan en la estratificación social[7]). Esta mujer no destaca en lo laboral o simbólico, pero cuida de sus padres hasta sus últimos momentos, nunca pone un “pero” a ayudar a los demás y educa a sus hijos en el trabajo y la empatía. Esta persona, ante la crisis del coronavirus, te sonreirá mientras se juega la salud para tranquilizarte en tiempos de crisis.

   Un día cualquiera nace una mujer, con capacidades biológicas que destacan, en una familia rica. Sus padres le educan en un colegio privado y lleva a cabo una carrera profesional brillante. Tiene gran reconocimiento social, toca el piano y sabe de memoria los versos más importantes de los autores clásicos. Es dueña de una empresa de reparto a domicilio. Durante la crisis echará a los trabajadores que se nieguen a hacer repartos prescindibles.

   Un día cualquiera nace un hombre, con capacidades biológicas que destacan, en una familia pobre. No estudia, pero se busca la vida para ganar dinero. Tiene en su habitación una gran foto de Pablo Escobar desde los 14 años. Y seguirá su ejemplo. Llegará alto en su círculo dentro de la economía sumergida. Durante la crisis obligará a sus “machacas” a llevar el producto a cada casa, sin importar poner en riesgo o no la vida de los demás.

   Un día cualquiera nace un hombre, con capacidades biológicas que no destacan, en una familia rica. Sus padres no quieren presionarle para estudiar; saben que se le da mal. Lleva las cuentas de la empresa de los padres, una cadena de reparto de comida a domicilio. Su círculo de amigos del colegio privado le llaman “fracasado”. Durante la crisis solo repartirá comida a personas vulnerables, reduciendo el precio y garantizando la seguridad de sus trabajadores. Además, él mismo dejará a un lado las cuentas por unos días y se pondrá a repartir para dar ejemplo.

   Tenemos claro qué lugar ocuparía cada una de estas personas en la jerarquía social, en función de la riqueza y habilidades. Las combinaciones para inventar relatos de vida son infinitas; en estos casos se muestran claros contrastes. En relación con el capital simbólico, tenemos claro quiénes están en el bando de los “triunfadores” y quiénes en el de los “perdedores”. Por otro lado, ganar o perder siempre depende del entrenamiento y de las condiciones del juego. Tenemos claro quiénes nos pueden ayudar a ascender en la escala de la jerarquía[8]. Pero también tenemos claro quiénes nos ayudarán en un mal momento.

   Analizar estas situaciones es aplicar el capital de comprensión sistémica. Analizar los resultados e intenciones dentro de los juegos sociales. Este paso es muy importante para asignar el mérito. Generalmente se asimila el mérito al mito de los “triunfadores”, quienes desarrollan profesiones más reconocidas en términos monetarios. Sin embargo, dejamos a un lado las intenciones. Los resultados dependen de la habilidad y dinero en los juegos sociales, pero las intenciones dependen de la personalidad. 

   Los héroes cotidianos consiguen convertir las malas experiencias en buenas respuestas. Muchas veces no destacan, pero sus intenciones marcan diferencias. Cada una de estas cuatro personas descritas actúa en las coordenadas lógicas de la realidad, pensadas mediante palabras, para desarrollar sus emociones, las intenciones de su corazón. En mi opinión esto es lo más importante de la vida: las intenciones del corazón. Suena muy naif, y no creo que todo se deba basar en buenas intenciones, pero las ubicaciones jerárquicas (tener dinero, fama, capital cultural…) son casualidades de la vida, ya que incluso la capacidad de trabajo (útil y meritoria) no se entiende aislada de los factores biológicos y sociales. Sin embargo, las intenciones del corazón son fallos del cálculo racional para maximizar utilidades, muestras de humanidad que convierten a los autómatas sociales en personas. La construcción de formas de organización social basadas en la cooperación, en la empatía, es el primer rasgo de civilización humana[9].

   Ahora bien, ¿cómo medimos las intenciones? La propia incapacidad para medirlas en términos cuantitativos plantea la duda acerca de cómo debemos responder y, por tanto, cómo debemos analizar los condicionantes biológicos y sociales en cada persona. Las respuestas personales pueden entenderse a través de la tríada emoción, razón y acción. Las capacidades de razonar llevan a disonancias entre las emociones y las acciones. En el ámbito cotidiano solo se puede responder comprendiendo las intenciones a través de la inteligencia emocional[10], de la empatía. En el ámbito político y social las disonancias pueden minimizarse con educación desde que somos pequeños para expresar las emociones, y en el ámbito práctico en la edad adulta a través de la intervención psicosocial, con profesionales que nos ayuden a mostrar las emociones dentro de los marcos lógicos de las relaciones sociales. 

   El debate sobre resultados e intenciones es complicado y está polarizado entre “buenismo” y realismo. En mi opinión hay que defender un equilibrio, pero, sobre todo, hay que valorar a cada persona abstrayéndose de su ubicación jerárquica dentro del sistema. Entro en este debate para introducir el concepto de mérito en nuestra sociedad y, cómo no, la diferencia entre la teórica igualdad de oportunidades y la igualdad de oportunidades real.

   Aplicar el capital sistémico, que al fin y al cabo es aplicar la teoría crítica que busca profundizar en los debates, lleva a compartir el “velo de la ignorancia” de Rawls[11]. El “velo de la ignorancia” nos pone en la siguiente situación:

   Imagínate que, antes de nacer, no conoces la riqueza, habilidades y relaciones que tendrás. Imagínate que debes decidir cómo se organiza la sociedad, el nivel de desigualdades que debe existir desde el nacimiento. Probablemente intentes ser imparcial, ya que el cálculo de probabilidades te lleva a desear una posición original sin desigualdades. Para maximizar las posibilidades de empezar bien tu vida probablemente elegirás una sociedad con oportunidades para todas las personas, con equidad, y de este modo nacerás con garantías.

   El “velo de la ignorancia” entronca con la posición original, es decir, el punto de partida para cada persona. Actualmente existen extremas diferencias desde que nacemos. Siempre habrá diferencias de riqueza, habilidades y relaciones, pero el aprendizaje del “velo de la ignorancia” nos lleva a defender la igualdad de oportunidades real, trabajando por reducir las desigualdades.

   Algunas personas dicen que hoy en día existe igualdad de oportunidades, que da igual dónde nazcas porque siempre puedes alcanzar el “éxito”, basándose en la hipotética igualdad jurídica de todas las personas. Esto es rotundamente falso. No existe igualdad de oportunidades y por ello hay que diferenciar entre la teórica igualdad de oportunidades, palabras, y la igualdad de oportunidades real, hechos. Esta afirmación se basa en diversas investigaciones sociales[12], en pruebas empíricas, que refutan la teórica igualdad de oportunidades.

   La racionalización de la ética lleva a que tanto desde el liberalismo, Rawls era un pensador liberal, como desde el socialismo se defienda la igualdad de oportunidades real. Esta realidad se da porque, desde el rigor en ciencias sociales, aplicando la lógica y la investigación empírica para el análisis del problema de la igualdad de oportunidades, la posición original de Rawls, ejemplificada a través del “velo de la ignorancia”, es una conclusión basada en principios científicos.

   Sin embargo, las últimas corrientes del liberalismo, el llamado neoliberalismo que en la práctica es un abandono de la tradición filosófica desarrollada por Adam Smith, no defiende la igualdad de oportunidades real. Incluso en ocasiones cita a Smith, sin comprender que el pensador escocés fue un científico social hijo de sus tiempos. Rawls desarrolló la ética desde el paradigma liberal hasta sus últimas consecuencias lógicas, plasmadas en la inimitable Teoría de la justicia

   El pensamiento de Rawls en Teoría de la justicia tenía un gran problema: ponía en cuestión el orden sistémico que encumbró a políticos y empresarios liberales. Es decir, ponía en peligro los privilegios de las clases sociales que durante siglos se habían amparado en el liberalismo para defender un sistema que, aun siendo claramente mejor que el Antiguo Régimen, presentaba graves problemas.

   Cuando la ética liberal desarrolló su materialización más refinada, y esta teoría ponía en cuestión los privilegios, solo quedaba un camino libre: el abandono de la ética por la estética de la Posmodernidad. Incluso, basándose en la interpretación trascendental de ética y estética de Wittgenstein, cuando decía que eran “uno”[13], se amparaba en una grave confusión.

   Wittgenstein fue el más grande pensador del siglo XX, pero su consideración de la ética como una cuestión trascendental, “uno” con la estética, creo que fue un grave error. Y lo digo basándome en su propio paradigma, ya que “ética” y “estética” son dos palabras con definiciones diferentes que plantean cuestiones distintas. Si sabemos que hay una herramienta útil llamada ética, que plantea una racionalización del bienestar dentro de los marcos lógicos de la realidad, no emplearla sería un error, comparable a seguir haciendo fuego con dos piedras.

   ¿Cuándo se plantea la ruptura entre liberalismo y neoliberalismo? Durante la polémica entre Rawls y Nozick. El primero defendía, siguiendo el enfoque ejemplificado en el “velo de la ignorancia”, el papel del Estado para generar redistribución social. El segundo veía esta acción como un tipo de paternalismo, creyendo que “deben permitirse todos los actos capitalistas entre dos adultos que estén de acuerdo”.

   Nozick defendía un pensamiento utópico basado en el hiperindividualimo, familiar en nuestros tiempos de competencia exacerbada. Pero ¿qué quiere decir que dos adultos estén de acuerdo? ¿De qué depende la autonomía de un adulto? ¿Cómo pueden existir acuerdos completamente libres en sociedades jerarquizadas? Si el niño parte de desventajas el adulto no puede sino ser fruto de esas desventajas, ya que depende de sus características biológicas y de los condicionantes sociales. Entonces, su acuerdo se desarrollará dentro de dinámicas dependientes entre amo y esclavo. De este modo, la utópica teoría de Nozick lleva a una mayor dependencia. Frente a la visión reticente ante toda acción del Estado, cuando este garantiza la igualdad de oportunidades real no limita la libertad, sino que ayuda a desarrollarla.

   El Estado no puede ser un Leviatán que controle a los individuos, pero tampoco puede desentenderse de los ciudadanos, ya que el Estado es un acuerdo colectivo para, a través de la cooperación democrática, garantizar la igualdad de oportunidades real. 

   Mientras escribo esto los telediarios hablan de la gran pandemia de nuestros tiempos, de escasez de respiradores, de UCIs al borde del colapso… De las dificultades que tiene el Estado, después de recortes en las partidas públicas en Sanidad durante años, para garantizar la salud pública. 


[1] Las fuentes del poder social, Michael Mann.

[2] En contraste con la idea del “buen salvaje”, defendida por varios teóricos de ciencias sociales actuales como, por ejemplo, John Zerzan.

[3] Sympathy, que transmite la noción de empatía y sentimiento común, es el término empleado por Smith en Teoría de los sentimientos morales. Parte de la tradición liberal interpreta que Smith defendía el egoísmo, pero este gran pensador defendía la prudencia en las relaciones cotidianas, la empatía con las demás personas sin reglas sagradas. 

[4] La teoría sistémica pone de manifiesto cómo las sociedades se basan en sistemas y entornos. Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general, Niklas Luhmann.

[5] Descrita por Hegel en Fenomenología del espíritu.

[6] Las estrategias de la reproducción social, Pierre Bourdieu.

[7] La distinción, Pierre Bourdieu.

[8] Mark Granovetter puso de relieve la fuerza de los “lazos débiles”, es decir, cómo tener muchos contactos sin una relación profunda es más útil para alcanzar el “éxito”. Esta realidad, basada en la lógica de la elección racional, lleva a relaciones superficiales para maximizar utilidades.

[9] Margaret Mead, al ser preguntada por el primer rastro de civilización humana decía que era “un fémur que se había roto y después sanado. Mead explicó que, en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. No puedes huir del peligro, ir al río a tomar algo o buscar comida. Eres carne de bestias que merodean. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane. Un fémur roto que se ha curado es evidencia de que alguien se ha tomado el tiempo para quedarse con el que se cayó, ha vendado la herida, le ha llevado a un lugar seguro y le ha ayudado a recuperarse. Mead dijo que ayudar a alguien más en las dificultades es el punto donde comienza la civilización”, según el testimonio recogido por Ira Byock.

[10] Inteligencia emocional, Daniel Goleman.

[11] Teoría de la justicia, John Rawls.

[12] Recientemente destaca el informe de Philip Alston, Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos de la ONU, acerca de la realidad en Estados Unidos. Pone de manifiesto que la doctrina del “sueño americano” está muy alejada de la realidad. Estados Unidos, en la actualidad, tiene muy bajas tasas de movilidad social intergeneracional mientras las desigualdades sociales se recrudecen. 

[13] Tractatus Logico-Philosophicus, Ludwig Wittgenstein.

Réquiem por un imperio

   Suena Murder Most Foul, último tema de Bob Dylan; Réquiem por el Imperio de los Estados Unidos de América, himno del fin de una época.

   Quién nos lo iba a decir. Las invasiones bárbaras de nuestra época no emplean armas de hierro, sino invisibles microorganismos. Quién nos lo iba a decir. La naturaleza asestando el golpe mortal a Occidente, Imperio de los dos mil años que terminaría acorralando a nuestro propio planeta. Quién nos lo iba a decir. Antes de los efectos devastadores del cambio climático, una casualidad vírica en un mercado alimentario chino nos pone a prueba.

   Suena Murder Most Foul, el mismo día que la Unión Europea da luz verde a su autodestrucción. El día en que un ministro holandés, portavoz de Alemania, muestra la desalmada autoridad del pirata. Y esto aparecerá en los libros de Historia. Europa incapaz de ser Europa, la cuna de la civilización defendiendo la barbarie.

   Quién nos lo iba a decir. España enfrentada una vez más; consigo misma y con el futuro. Quién nos lo iba a decir. Una crisis global que nos sorprende sin red, al borde del precipicio. Quién nos lo iba a decir. “Es el mercado, amigo”, no solo era un lema, sino también un protocolo de acción frente a pandemias.

   Suena Murder Most Foul, y aun así soy optimista. Sueño con una Europa unida frente a la crisis, solidaria. Eso, o el fin de la Unión Europea. Sueño con una red de seguridad global, contrapeso a los mercados internacionales para coordinar protocolos de acción frente a pandemias, regular los mercados internacionales, fijar mínimos fiscales, planes de cooperación con el Sur global, lucha contra el cambio climático… La utopía de nuestros tiempos.

   ¿Quién nos lo iba a decir? Muchos nos lo dijeron. Nos advirtieron de la decadencia de Occidente. Muchos nos dijeron: dejad las armas a un lado cuando estáis a tiempo. Quizás sea tarde, pero Occidente tiene una última misión: poner fin a la Era de los imperios. Recordar su origen, Atenas, y acompañar la globalización del mercado de una globalización de la democracia. Única forma de convertir el Réquiem por el Imperio de los dos mil años, música melancólica, en The times they are a-changin´, música de una generación que soñó con cambiar el mundo.

¿Qué es Ítaca?

“Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas”.

K. Kavafis

    El camino de las utopías es el viaje hacia Ítaca. La Historia avanza a golpe de desencanto, pero gracias al viaje recorrido las condiciones de vida han mejorado, en comparación con la difícil supervivencia hace dos siglos. 

   Durante el trayecto descubrimos que hay dos ítacas: una idealizada, que nos hace viajar, y otra de crudo realismo, a la que llegamos cada cierto tiempo. 

   La primera fue transmitida por Eduardo Galeano, idea original del cineasta Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. 

   La segunda es menos bella. Un ejemplo de Ítaca agridulce fue la consecución del estado de bienestar. Gracias a la presión social vivimos, al menos en Europa, una situación inimaginable hace cien años. Ítaca, en La Odisea representación del hogar, es el sueño de un futuro digno en nuestra casa.

Néstor Fernández Zapico

   Néstor Fernández Zapico (Langreo, 1992) pertenece a una generación que crecería ya en una sociedad globalizada, criada a medio camino entre el mundo digital y el analógico. Nacido en la cuenca minera de Asturias, pronto se interesaría por la historia de los movimientos políticos para la transformación social. A los 18 años vivió el 15M en Madrid, momento en que otro mundo parecía posible. Sociólogo y politólogo por la Universidad Carlos III de Madrid, complementó sus estudios con un Máster en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Oviedo. Estudiante de música durante diez años, Grado Profesional en la especialidad de fagot, entiende las palabras como herramientas que, a través de la armonía, pueden ayudar a mejorar la vida cotidiana.