Quién no tiene anécdotas relacionadas con el fútbol, ha disfrutado jugando a este deporte, viendo un partido o hablando sobre el último fichaje. Puede que no te guste, o que lo ames profundamente, pero tu vida ha sido influida directa o indirectamente por un balón rodando entre veintidós jugadores. Como decía Eric Hobsbawn, el fútbol es la religión laica del trabajador.
Balón de oro y balón de oxígeno, medio de socialización en la competitividad donde todo es mercancía y válvula de escape de las pasiones, el papel social del fútbol se mueve en la escala de grises. Este fenómeno se puede abordar estudiando distintas manifestaciones -impacto económico, tácticas, enfoque centrado en un equipo o jugador…-. Aquí se describe la información futbolística, la percepción social del fútbol en nuestro país.
Desde mi perspectiva este deporte guarda un encanto particular. Quien disfruta del fútbol valorará un gran regate de Ronaldinho o de Zidane con la misma intensidad que un amante de cualquier arte disfruta de una gran interpretación. Sin embargo, no entro en el encanto particular, que daría para un amplio estudio, porque estaría sesgado por mi condición de aficionado y seguidor del fútbol. Creo que el encanto particular, subjetivo y propio, de este deporte se debe en gran medida a nacer y vivir en una sociedad donde el fútbol tiene un gran protagonismo.
Para adentrarnos en su estudio, en las razones de por qué presenta una importancia social tan amplia, se analiza la demanda de información futbolística (¿por qué consumimos fútbol?) y la oferta de información futbolística (¿qué transmite el fútbol moderno[1]?).
¿Por qué consumimos fútbol?
Cientos de millones de personas en el mundo siguen los partidos de fútbol. El llamado “deporte rey” a veces se considera el nuevo circo del romano “pan y circo”. Es cierto que tiene elementos muy parecidos, pero el fútbol, claroscuro de las pasiones, presenta rasgos propios del ocio en nuestra época, destacando tres principales motivaciones para el consumo de información futbolística: válvula de escape de las pasiones, ritual festivo y práctica mayoritaria que ayuda a generar lazos sociales.
- El fútbol proporciona elementos que refuerzan la pasión, válvula de escape de las emociones propia del deporte.
En esta línea, cabe preguntarse, “¿cree que el fútbol ayuda a liberar tensiones y olvidar problemas cotidianos?”. Y la respuesta afirmativa fue compartida por el 79% de los encuestados[2]. Esta cuestión fue planteada por la LFP (Liga de Fútbol Profesional) en el año 2003. Cuatro de cada cinco personas creían que el fútbol “ayuda a liberar tensiones y olvidar los problemas cotidianos”. Esta liberación de tensiones se relaciona con las emociones presentes en el deporte que evaden de la racionalización cotidiana[3]. El campo de fútbol, el bar o el sofá de casa pueden ser vistos como el ring de boxeo donde el animal devuelve los golpes de una vida basada en la racionalidad. Cada jugada, cada grito, cada gol, puede ser una liberación de la rutina. ¿Cuántas sonrisas y lágrimas contenidas en la oficina hemos visto en los campos de fútbol y en los bares? Las imágenes posteriores a la victoria de España en el Mundial de 2010, las calles tomadas por una gran fiesta dan buena prueba de ello.
Cabe mencionar el extremo nada deseable, la irracionalidad presente en la parte más violenta de las aficiones. Los grupos ultras suponen la militarización del fútbol. Esta realidad es un extremo del fútbol, pero no la actitud mostrada por la mayoría de los seguidores de este deporte.
- El consumo de información futbolística profundiza y amplía la dimensión ritual cohesiva del fútbol, en torno a equipos que suponen comunidades con nuevos mitos que recuerdan a los propios de las religiones.
Albert Camus, quien jugaba de pequeño de portero para no desgastar la suela de sus zapatos, decía que “todo cuanto sé con mayor certeza de la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
¿Cuántas personas muestran interés por el fútbol? El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) ha hecho esta pregunta, y más de la mitad de la población mayor de edad en España (54,3%) tenía interés por este deporte (CIS, 2007). Además, un 95% de los españoles consideraban que el fútbol es el gran motivo de conversación de muchos españoles (Estudio de Opinión de los Clubs de Fútbol, LFP, 2003). Casi el 100% de los españoles creían que el fútbol es el gran motivo de conversación.
El fútbol puede considerarse como un universo religioso en el que los aficionados se adscriben a creencias basadas en su equipo y adoraciones a los dioses -jugadores estrella, semidioses de carne y hueso-, ofreciendo su veneración y sintiéndose parte de un grupo social cohesionado con las mismas creencias. “Barrilete cósmico”, “Mesías”, la “catedral del fútbol”, “hasta el final”, “más que un club”… Palabras comunes en el mundo del fútbol, donde siempre se pide “tener fe en el equipo”. El sacrificio de los jugadores, el sacrificio de la afición, miles de almas dejándose la garganta en el estadio…
El fútbol evoca la communitas[4] perdida en la vida cotidiana, la antaña comunidad que se daba en el mundo rural. El sentimiento de cohesión grupal fuerte, abandonado en gran medida con el proceso de individualización tras la Revolución Industrial, encuentra uno de sus últimos grandes reductos en el deporte -en nuestro país mayoritariamente en el fútbol-.
Durkheim señalaba que “los ritos son representaciones que expresan realidades colectivas, modos de actuar que nacen en el seno de grupos reunidos, y que están destinados a suscitar, mantener o renovar ciertos estados mentales de estos grupos, reafirmando el grupo social y el orden”[5].
Las portadas de los días antes del partido, la portada del día del partido, el viaje al campo, la cola para entrar al estadio, el asiento desde el que comienzan a resonar los nombres de los jugadores presentes en las alineaciones, el momento clave bajo los códigos de honor del deporte: el partido, la asimilación del resultado, los comentarios de los días posteriores al encuentro… Miles de personas del mismo equipo comparten este rito, sustituyendo en muchas ocasiones el estadio por una casa o un bar. En todo este proceso está presente la acción grupal, con estados mentales asociados a las vivencias en torno al partido, y se reafirma el orden social. La concentración en estos ritos es un culto a la homogeneidad que bloquea el pensamiento divergente respecto a todo lo que rodea al ritual futbolístico.
Continuando con la concepción de ritual: al igual que las tribus primitivas dotaban de magia a la caza, prueba del ritual educativo hacia la madurez de los jóvenes, el fútbol está presente en las vidas de millones de niños. Para un 58% de los niños su deporte preferido era el fútbol (EOCF, LFP, 2003). Este hecho, repetido durante generaciones, convierte al fútbol en un importante factor de socialización. El ritual futbolístico encierra una metáfora de la vida misma[6] y en las acciones del juego se obtienen aprendizajes aplicables en el día a día.
La naturaleza de ritual, por otro lado, no es la única razón grupal que incita al consumo de información futbolística. Existen también presiones, debido a que el fútbol es un deporte mayoritario, que empujan hacia la participación en la “fiesta futbolística”. Noelle-Neumann, autora de la teoría de la “espiral del silencio”[7], muestra la influencia en el individuo de la opinión pública, de los pensamientos y actuaciones mayoritarias. Las presiones grupales son una realidad dentro de cualquier interacción social, y más todavía cuando se trata de una práctica considerada por el 95% de los españoles como el principal tema de conversación (EOCF, LFP, 2003). Los gustos y la forma de invertir el tiempo no son elementos aislados, sin presión del sentir mayoritario. Las presiones grupales influyen en todos los factores de la vida. Por ello no es de extrañar que, en más de la mitad de los casos, la elección del equipo de fútbol tenga como origen la familia y/o el lugar de nacimiento o de residencia (EOCF, LFP, 2003).
La presión de la opinión pública, a su vez, tiene un doble efecto que diferencia entre hombres y mujeres. Los niños, generalmente, se cree que deben disfrutar con el fútbol y animar a su equipo. La masculinidad convencional encuentra su prueba en el terreno de juego. Se trata de la masculinidad mayoritaria durante siglos, que conlleva la heterosexualidad, la homofobia y el sexismo[8]. No es de extrañar que en el mundo del fútbol se empleen expresiones como “11 guerreros”, “se comportó como un hombre” o “el fútbol es cosa de hombres”. Dentro del marco heteronormativo existe una presión social dirigida a los hombres para consumir información futbolística.
En cambio, para las mujeres la situación es completamente distinta. Las presiones se ejercen en dirección contraria: hacia el no consumo de fútbol. Aunque en los últimos años se esté comenzando a derribar esta barrera (el primer equipo profesional de mujeres en Inglaterra, el Fulham, comenzó su actividad en el año 2000), sigue existiendo una fuerte presión mayoritaria que asimila a las jugadoras de fútbol con la homosexualidad[9]. La espiral del silencio actúa en el caso de las mujeres hacia el no consumo de información futbolística.
En definitiva, el fútbol tiene un componente de identificación grupal fuerte, de carácter ritual, donde la presión social empuja hacia el consumo de información futbolística en el caso de los hombres.
- El conocimiento y la utilización oportuna de la información futbolística que proporcionan los medios juega un papel importante en términos de estructura y adscripción social.
El 87% de los españoles creía que el fútbol ayuda a hacer amigos e integrarse mejor (EOCF, LFP, 2003). Esta cifra muestra la idoneidad de los conocimientos acerca del fútbol, adquiridos a través de los medios de comunicación deportivos, para ampliar las relaciones sociales.
Las vidas están condicionadas por la visión que la sociedad tiene de cada uno de nosotros. Erving Goffman definía la vida en La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959) como una “oscilación entre el cinismo y la sinceridad”, orientada a las actuaciones que los demás esperan. La vida no es únicamente una proyección basada en las respuestas ajenas, pero no deja de ser cierto que, en buena medida, las opiniones del resto influyen enormemente sobre qué se consume, de qué se habla e incluso qué gestos se hacen.
El conocimiento del funcionamiento del fútbol, como ejemplo los comentarios oportunos durante el desarrollo de los partidos, influye en la socialización, por ser este deporte un tema recurrente. La información acerca de cualquier actividad de ocio -películas, series, música…- es importante en determinadas conversaciones, pero la enorme repercusión del fútbol hace que su conocimiento pueda considerarse como una pequeña forma de capital cultural, en la línea de la descripción del capital cultural por parte de Bourdieu (un capital de cultura popular).
Este “capital futbolístico” puede ser de gran utilidad dentro de un determinado contexto grupal pero contraproducente en otro. Pierre Bourdieu mencionaba en La distinción (1979) cómo el fútbol es una práctica más común entre las clases populares. En un bar, un trabajo o un colegio de barrio los conocimientos acerca de fútbol suelen dar un plus a quien los posee. Sin embargo, también sucede el fenómeno inverso entre la clase alta o incluso entre clases medias que buscan distanciarse de la cultura popular.
Por otro lado, este conocimiento mencionado como efímero capital, no tiene los mismos efectos positivos para las mujeres. Al igual que se indicaba al describir la espiral del silencio en torno al fútbol, la manifestación de conocimientos futbolísticos puede significar una pérdida de prestigio para algunas mujeres en determinados ambientes, dominados por el machismo. La misma duda acerca de su sexualidad por practicar fútbol se cierne sobre las mujeres que son fans de un determinado equipo, aunque en menor medida y por suerte disminuyendo con el paso del tiempo[10].
El fútbol, aquella “religión en busca de dios” descrita por Montalbán, es un fenómeno de masas cuyo éxito no se puede simplificar mediante una única razón. Cada persona ama, odia o siente indiferencia por el fútbol debido a infinidad de razones y sentimientos.
¿Qué transmite el fútbol moderno?
La relación entre texto y contexto es bidireccional. El contexto determina en cierta medida el texto, al igual que el texto varía el contexto[11]. El contexto tiene que ver con el sentido común de época, descrito por Gramsci como hegemonía[12]. Los medios de comunicación, de este modo, transmiten la ideología dominante[13]. Se menciona el término ideología dominante para poner de manifiesto la imposibilidad de neutralidad en el escenario comunicativo donde los consumidores de fútbol buscan contenidos acordes a su forma de pensar, construida en torno al sentido común de época. La información futbolística transmite valores presentes en la cultura contemporánea occidental[14]:
- Androcentrismo. Presente de forma mayoritaria a lo largo de la Historia, en el fútbol adopta principalmente los machismos de la invisibilización y mujer objeto. El fútbol es una institución masculina, y los medios de comunicación reproducen esta dinámica. Las dinámicas descritas están presentes en los valores occidentales contemporáneos, ya que la igualdad formal entre hombres y mujeres oculta otras formas de machismo que en este deporte aparecen de forma exacerbada. Es cierto que durante los últimos años el fútbol femenino ha cobrado más fuerza, pero este deporte sigue siendo casi un monopolio masculino.
- Hiperindividualización y alta competitividad. Una de las características que distinguen el momento actual, denominado Postmodernidad[15] o Modernidad Líquida[16], es la alta individualización. El individualismo es la conducta mayoritaria propia de las sociedades democráticas avanzadas que define la era postmoderna[17]. El enfrentamiento entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo es el paradigma de la hiperindividualización con altas dosis de competitividad.
- Mercantilización. El fútbol moderno sigue las lógicas de los intereses económicos hegemónicos. “La mercantilización presume la existencia de derechos de propiedad sobre procesos, cosas y relaciones sociales, que puede ponerse un precio a los mismos y que pueden ser objeto de comercio sujeto a un contrato legal”[18]. Los jugadores son intercambiados por cantidades monetarias y los clubes, instituidos como marcas, generan una gran actividad económica.
- Multiculturalismo. El racismo es un problema social presente durante toda la Historia del fútbol y de la humanidad En el fútbol este problema era evidente y esta realidad motivó las campañas contra el racismo a partir de los años 90 (por ejemplo, “Let´s kick racism out of football”, 1993, Reino Unido). Los medios de comunicación deportivos, en la actualidad y por norma general, no presentan comentarios explícitamente racistas. Los ejemplos de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, argentino y portugués, como ídolos de sus respectivos equipos durante años, y las continuas alabanzas por parte de la prensa afín a sus respectivos clubs, muestran que las barreras nacionales se diluyen generalmente en la información futbolística. El caso del fútbol refuerza el concepto de aporofobia[19], odio al pobre -el odio al inmigrante tiene un gran componente de odio al pobre; los inmigrantes ricos reciben un tratamiento distinto-, ya que los jugadores de distintos países son idolatrados. Esta realidad se da en sociedades donde el racismo sigue muy presente en el día a día, por lo que las características multiculturales de la mayoría de información deportiva en nuestro país no son un rasgo común en la sociedad española.
- Cohesión nacional y relaciones centro-periferia. El fútbol, junto a otros deportes, surge a la par del desarrollo del Estado-nación[20]. Este hecho es importante porque este deporte ha sido empleado con fines nacionales en muchas ocasiones, como por ejemplo durante el franquismo a través del Real Madrid y la Selección Española[21]. Los medios de comunicación, por otro lado, “juegan un papel fundamental en la conversión del fútbol como un juego profundo de carácter patriótico”[22]. Dentro del eje centro-periferia el F.C. Barcelona, fundado por un suizo, se convirtió pronto en un símbolo de Catalunya, frente al R.C.D. Español, considerado por los seguidores del F.C. Barcelona como un club de orientación centralista y españolista. Esta misma relación se establece entre F.C. Barcelona y Real Madrid. El 53% de los españoles asocia el Barça como el equipo de Catalunya, y no sólo de Barcelona, frente al 73% de los españoles que considera los clubs como representantes de sus ciudades (EOCF, 2003).
El fútbol es un fenómeno con gran repercusión social. Como ya se había mencionado su impacto se mueve, al igual que casi todo en la vida, en la escala de grises. Cada persona puede extraer sus propias conclusiones. Algunas personas, al observar el machismo, potenciación del nacionalismo y adscripción grupal, hiperindividualismo, competitividad y mercantilización, pueden ver este deporte como un problema social. En mi opinión este deporte es un reflejo de la sociedad, ya que el desarrollo del ocio depende en gran medida de nuestros gustos. Los problemas no están en el fútbol como deporte, sino en nosotros y nosotras como espectadores o participantes.
Un ocio muy demonizado por algunas élites intelectuales, pero un ocio que sirve de válvula de escape para millones de trabajadores que, ante un mundo incierto y precarizado, desahogan y desconectan respecto a una realidad cotidiana complicada. Un último reducto en el que desahogar las pasiones. Un espejo en el que mirarse como sociedad y, tras analizarnos, cambiar el presente y futuro hacia relaciones sociales más justas.
[1] Se emplea el término “fútbol moderno” para referirse a la información sobre los clubs con mayor repercusión, y mayor presupuesto, que reciben cobertura diaria en los medios de comunicación.
[2] Estudio de Opinión sobre los Clubs de Fútbol, LFP -Liga de Fútbol Profesional-, 2003. Parte de los datos sobre percepción del fútbol con los que se trabaja en este artículo son de 2003, ya que no se dispone de información pública sobre estas cuestiones desde entonces. Creo que el interés por el fútbol ha disminuido levemente desde entonces, pero esta opinión queda sujeta a un estudio empírico.
[3] Deporte y ocio en el proceso de civilización, N. Elias, E. Dunning.
[4] The ritual process: structure and anti-structure, V. Turner.
[5] Las formas elementales de la vida religiosa, E. Durkheim.
[6] “El fútbol como ritual festivo. Un análisis referido a la sociedad española”, R. Llopis Goig.
[7] La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social, E. Noelle-Neumann.
[8] “Gender and power: society, the person and sexual politics”, R.W. Connel.
[9] “It’s still a man’s game?: The experiences of top-level European women footballers”, S. Scraton, K. Fasting, G. Pfister, Ana Buñuel.
[10] A sociology of football in a global context, J. Clealand.
[11] Sociedad y discurso: cómo influyen los contextos sociales sobre el texto y la conversación, T. Van Dijk.
[12] Cuadernos de cárcel, A. Gramsci.
[13] La propaganda y la opinión pública, N. Chomsky.
[14] En el año 2016 realicé un estudio de las portadas deportivas, cuantificando los valores que transmitían. Este es el resultado. Desde entonces -continúo observando las portadas de Marca, As, Mundo Deportivo y Sport– la situación no parece haber cambiado de forma significativa.
[15] Postmodernidad, D. Lyon.
[16] Modernidad líquida, Z. Bauman.
[17] La era del vacío, G. Lipovetsky.
[18] Breve historia del neoliberalismo, D. Harvey.
[19] Aporofobia, el rechazo al pobre: un desafío para la sociedad democrática, Adela Cortina
[20] Deporte y ocio en el proceso de civilización, N. Elias, E. Dunning.
[21] “Clubes y selecciones nacionales de fútbol. La dimensión etnoterritorial del fútbol español”, R. Llopis Goig.
[22] “Fútbol, mass media y nación en la era global”, S. Villena.