Cuando el género es motivo de disputa

“Nun yes tú, nun yes, nun yes tú, qué vas a ser: presumíes de ser bon mozu y agora yes una muyer”,

Letra de Los Berrones que, escuchada hoy en día, delata la evolución de nuestra sociedad durante los últimos años, la disminución de la todavía muy presente transfobia. ¿No eres tú? En un gran número de idiomas ser y estar son la misma palabra. Al fin y al cabo, no hay diferencias radicales entre ser y estar; eres como estás, en un espacio y en un tiempo. La diferencia entre ser y estar recuerda al debate entre sexo y género; debate solo posible para los humanos, de entre todos los animales, pero debate de actualidad.

   No niego la importancia de lo sólido, de las categorías y matices, pero sí critico las trampas del lenguaje, sobre todo cuando se utilizan con intenciones políticas. La teoría de la Posmodernidad, ese conjunto de ideas en que todas las certezas se desvanecen, solo importa el relato y la estética borra del mapa la ética, es criticable desde cualquier punto de vista racional. Pero nos ha enseñado muchas cosas; en la línea de la popular frase atribuida al recuperado ídolo posmoderno, Nietzsche, “lo que no te mata te hace más fuerte”. Si la Posmodernidad no ha matado las certezas, los métodos racionales, solo puede hacerlos más fuertes.

   Sabemos que no existen verdades eternas, que casi todo es contextual y plural, frente a los intentos modernizadores de hace doscientos años, cuando se aspiraba a construir paraísos en la tierra y se debatía sobre la naturaleza humana. La Posmodernidad nos ha recordado la importancia del camino. Recuperar los valores de la Modernidad, tras el aprendizaje de la Posmodernidad, lleva al empleo de la razón como método, no como fin. Pensar en la importancia de las palabras, los debates, el entendimiento y las pretensiones de validez para comunicarnos: inteligibilidad, verdad, validez moral y sinceridad, bases para las comunicaciones transparentes formuladas por el gran Habermas.

   Y aquí entra en juego el tema trans. Quien tiene principios, y es hombre en un sistema patriarcal, no apoya el feminismo como trampa dialéctica para lograr fines, como cesión ante una presión. Defiende el feminismo, al igual que la lucha contra la desigualdad económica o contra la corrupción, por principios. Es consciente de los privilegios de ser hombre -profesionales, ausencia de miedo frente a violaciones, más facilidades para intervenir en asuntos públicos…-. También comprende que gran parte de los problemas parten de la degradación competitiva entre hombres, de la lucha histórica entre machos alfa. En este momento, con una grave crisis climática por delante fruto de la competencia exacerbada, el feminismo cobra la épica de las causas justas, recordando que quienes han ejercido los cuidados mayoritariamente han sido las mujeres. Con ese feminismo, el que defiende un aumento de los cuidados, que defiende el bien común para contrapesar la competencia y la mercantilización, me siento muy reconocido. Sin embargo, cuando oigo a algunas mujeres feministas reírse, de forma más o menos elaborada, de la transexualidad reconozco un comportamiento parecido al del machista que se siente seguro.

   Siendo un observador externo que simpatiza con la igualdad, creo que el debate sobre el tema trans dentro del feminismo gira en torno al debate clave para casi todos los temas políticos: principios o intereses, es decir, igualdad y desjerarquización de la sociedad o empleo de las diferencias para maximizar las utilidades personales o grupales -en términos políticos, el poder-. Este es el principal debate político.

   Cuando veo a algunas feministas adoptar los prejuicios frente a la transexualidad, con argumentos renovados pero viejos, veo la lucha por la maximización de utilidades. Veo a personas que no defienden principios, sino intereses, que no piensan en una sociedad donde se disminuyan las desigualdades, sino en poder ejercer el mismo poder, y de la misma forma, que los hombres.

   Para las trampas dialécticas todo da igual: es común mezclar el cambio de género/sexo -no veo una gran diferencia entre los dos conceptos porque no soy esencialista y la biología no determina-, gestación subrogada -vientres de alquiler- y prostitución. Tres debates muy diferentes, pero recurrentes de forma extraña cuando se empieza a hablar del tema trans. ¿Por qué creo que se mezclan? Porque cuando se busca maximizar utilidades individuales o grupales las pretensiones de validez para la comunicación no importan. Solo importa ganar.

   El tema trans es la prueba de fuego para entrever cómo será el feminismo mayoritario en el futuro. Hasta ahora las demandas del feminismo han sido razones, justicia frente a las desigualdades, punta de lanza del progreso social. Ignorar la vida de las personas transexuales, pensar la política defendiendo los intereses y no los principios, llevaría a repetir los errores del pasado -que es un nombre masculino y singular-.

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